Aunque no soy un experto en la materia, quizás como lo sean los buenos amigos, maestros Francisco Acosta y Onavis Cabrera, de quienes me cupo la gloria de ser su alumno, me aventuraré a compartir con ustedes estas breves notas sobre el impacto del laicismo, concepto inseparable del pensamiento hostosiano, en la educación dominicana.
Tómese la intención como un reconocimiento a nuestros maestros y maestras en el marco de su día, además, como una modesta forma de conservar la conversación amena y productiva en tanto saludable practica que hemos de mantener viva en el ambiente académico.
El introductor de la concepción laica en República Dominicana, fue Eugenio María de Hostos, esto en 1879. Dentro de ese contexto no podemos excluir la figura de la insigne educadora y poeta Salomè Ureña de Henríquez . Más tarde, con el llamado Concordato (1954), se rompe con ese gran paso de avance y se vincula la enseñanza a la ortodoxia religiosa con ènfasis en el credo católico.
Cuando hablamos de educación laica, nos referimos a la que asume un compromiso, una escala de valores que hace sinergia con cualquier credo ideológico o religioso, su principal acuerdo es con la ciencia , con la racionalidad y la tecnología. El laicismo no es ateísmo, pero tampoco es teocentrismo, es un simple ejemplo de pluralidad y democracia educativa.
Hablamos de laicismo y, en ocasiones, ni imaginamos sus grandes aportes, por ejemplo, el nacimiento del Estado moderno, el concepto de ciudadanía, son ideas indisociables del fenómeno abordado. El laicismo es un fenómeno asociado a una visión y concepción del mundo y de los seres humanos en sentido general, garantizando el papel fundamental de la ciencia y otras formas de la conciencia humana.
La lucha de la ideología laica en el devenir de nuestro sistema educativo, fue desigual y cruenta. Enfrentar poderes fácticos del momento no fue nada fácil, pues el pretexto de figuras como la de Castellanos, Fernando A. de Merino, Billini, Lilís, y otros, era el del ateísmo. El laicismo se mantuvo en un estado de intermitencia hasta la instauración de la satrapía trujillista. En 1951, el carácter confesional de nuestro sistema educativo, Ley 2909, lacra el compromiso al concederle personería jurídica a la iglesia católica del país.
La libertad religiosa es un derecho legitimo, pero inmediatamente privilegiamos un determinado culto, negamos esta libertad.
El asunto es asumir una educación racional, plural, democrática, horizontal, moderna...y la
única garantía es la asunción de una postura laica que permita enseñar en un ambiente de libertad , de choques de ideas, pensamiento y clima de respeto, es decir, como postula Paulo F., una educación liberante y liberadora.
- El autor es catedrático universitario de la UASD, escritor , poeta y gestor cultural.
Tomado de: www.barahonatimes.com
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